Una vena de vida que recorre desde la Cordillera Central hasta la bahía de Charco Azul.
El nacimiento del río Chiriquí Viejo se ubica en la zona alta del Cerro Respingo, en el Parque Nacional Volcán Barú, recorriendo a su paso 161 km de longitud y suministrando su vitalidad a un territorio de 1,339.4 Km², que políticamente toca comunidades de cinco distritos: Tierras Altas, Renacimiento, Bugaba, Alanje y Barú. Este territorio de la cuenca limita de forma interesante con la Cordillera Central, con el océano pacífico, con la cuenca del río Caldera, con Macho de Monte y el Escárrea, y con los ríos Coto y Terraba en Costa Rica. El río nos conecta en un espacio territorial, en el cual compartimos la vida con una gran cantidad de seres vivos (humanos, plantas, animales).
El Chiriquí Viejo, es el nombre del río principal, pero su caudal es alimentado por distintos ríos o subcuencas, por mencionar algunos: río Candela, río Guizado, río Colorado, Quebrada Barriles, Río Caisán, Río Gariché, río Caña Blanca, río Jacú, entre otros.
La topografía y el relieve, así como la altitud a la cual nace el río y la corta distancia en llegar al mar, lo caracterizaron por sus rápidas corrientes, de alto potencial hidroenergético; estos factores fueron determinantes para priorizar esta cuenca como fuente de generación de energía, incorporada en los planes nacionales y regionales de desarrollo del sector energético. Para lograr esto, se alinearon aspectos administrativos y normativos sobre el uso de los recursos hídricos a fin de garantizar el desarrollo de proyectos hidroeléctricos en la cuenca. Sin embargo, se obvió la realización de evaluaciones ambientales integrales sobre los impactos acumulativos de establecer múltiples proyectos en una sola cuenca o estudios preliminares de capacidad hídrica para otros usos en la cuenca, aspectos culturales de la relación de más de noventa mil habitantes ubicados en aproximadamente 230 comunidades y lugares poblados en el territorio de la cuenca.
La información que proveen las entidades competentes, ha señalado que 22 concesiones para generación de energía fueron otorgadas en el río; en tanto que las concesiones de agua para uso doméstico, juntas administradoras de acueductos rurales, agroindustria, turismo, alcanzaba escasamente el 2% del volumen de agua concesionado en el río, siendo entonces un 98% de los caudales otorgados destinados al uso energético.
Luego de una década del desarrollo masivo de las hidroeléctricas, como una actividad económica nueva en el río Chiriquí Viejo, que gozó de ventajas e incentivos fiscales y legales, como por ejemplo, concesiones de hasta el 90% del caudal interanual de agua y que esto se repitiera múltiples veces en un mismo río, hoy la realidad es extremadamente compleja: emergen los conflictos por uso del agua; los caudales ecológicos han sido insuficientes para mantener la vida del río, y no es posible garantizar tal cual lo señala la constitución, un ambiente sano y el agua como derecho humano para las comunidades.
Desde 2009 recorremos el río con varios propósitos, giras con periodistas para documentar esta historia trágica, con interés de motivarlos a escribir y realizar artículos que llamen a la conciencia de la gente y de los gobernantes. Con compañeros y compañeras campesinos, indígenas, ambientalistas, estudiantes, abogados o investigadores interesados en conocer la realidad del río. Algunos de ellos en su imaginario pensaban “es mejor hidroeléctricas que energía con combustibles fósiles”, pero al llegar al río y observar el impacto ambiental que se ha ocasionado, las falta de previsiones y de medidas para atender a los miles de afectados por este plan energético insostenible y acaparador, las expresiones van desde la sorpresa hasta la angustia.
Hoy día, seguimos realizando el recorrido, en esta oportunidad para otra experiencia, grabar los sonidos del ríos, escuchamos por primera vez las palabras hidrófonos. Nos parece que es una técnica novedosa, que podría conectar a la gente con la voz del río para sensibilizar a la sociedad.
Es sobrecogedor recorrer el río desde el naciente donde muestra su energía, sus aguas son cristalinas y las corrientes son tan impetuosas que predomina el respeto, la admiración y la emoción. Otra cosa ocurre tan solo 12 kms abajo, en la zona de Paso Ancho, donde el primer proyecto tomó el agua y dejó un 10% de caudal “ecológico”, allí el sonido es casi nulo, con poco esfuerzo, se va de piedra en piedra y se puede cruzar el río sin mojarse los pies. Al llegar a Caisán, el pueblo mayormente afectado, con cinco proyectos; nos dirigimos al sitio conocido como Paso Alvárez, a la “cola del embalse” de unos de los proyectos, allí la dinámica es otra. Un río de aguas reposadas, con gran cantidad de sedimentos acumulados, un fuerte olor a lodo, algo parecido al olor en un manglar.
Los sentimientos aquí son varios, no provoca tomar fotografías. Es muy triste y frustrante que las políticas ambientales en nuestro país, no han dado la prioridad al desarrollo sostenible, se ha favorecido el desgaste de los ríos mediante la especulación y el acaparamiento del agua por algunos sectores en perjuicio de las mayorías; donde se eliminan bosques de galería y se atenta contra la biodiversidad, aduciendo que son energía limpia y renovable.
“El agua es vida”, es una frase que parece que no hemos profundizado ni internalizado lo suficiente; esta generación no ha asumido la responsabilidad de dejar a las venideras los recursos necesarios para que tengan una vida digna. Aparentemente, hemos dejado que el pensamiento dominante: “el hombre es dueño de la naturaleza” supere la razón y la lógica, e incluso en lo espiritual hemos dejado de reconocernos como parte de la naturaleza, respetando profundamente esa conexión con el agua, el bosque y toda la naturaleza en su conjunto. En el silencio del río represado, me parece escuchar su voz, que dice “yo les doy vida, ayúdenme”.